
Sacúdete y Sube
Un campesino poseía una mula ya vieja. Un día, en un descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal y corrió a ver lo que ocurría. Le dio lástima ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar la situación cuidadosamente, pensó que no había manera de salvar al pobre animal y más valía sepultarla en el mismo pozo.
Llamó a sus vecinos y les contó lo ocurrido. Les pidió que lo ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo. Al principio, la mula se puso histérica, pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra sobre sus lomos, le vino una idea. A la mula se le ocurrió que, cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos: ¡Ella debía SACUDIRSE y SUBIR sobre la tierra!
Así hizo la mula palazo tras palazo. ¡SACÚDETE Y SUBE, Sacúdete y sube, Sacúdete y sube! repetía la mula para alentarse a sí misma. No importaba cuán dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre sus lomos, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. El piso se fue elevando de nivel.
Los hombres, sorprendidos, captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula, aunque cansada y abatida, pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, por la manera en que enfrentó la adversidad.
¡ASÍ ES LA VIDA! Si enfrentamos nuestros problemas positivamente, y rehusamos dar lugar al pánico, a la amargura y a las lamentaciones, las adversidades que llegan a nuestra vida a tratar de enterrarnos, nos fortalecerán y animarán para seguir la jornada que nos queda por delante… en paz, en gozo y en Victoria.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.” Romanos 8:35,37
Autor Desconocido