No es allá; es acá

No es allá; es acá

¡Cuánto anhelamos traer a nuestras vidas cambios que redunden en satisfacciones, que hagan desaparecer los sinsabores y desilusiones y que garanticen un bienestar interior que permanezca! Todos anhelamos vivir en paz; a nadie le gusta vivir en un ambiente de altercados inútiles, pero mientras esperemos que sean las otras personas y/o las circunstancias las que cambien, jamás podremos disfrutar de aquello que nuestra alma anhela y necesita; jamás veremos brillar la luz en nuestro espíritu.

Tratando de involucrar y hacer responsables a los demás por las desgracias y pesares propios, es imposible alcanzar ese bienestar que es vital… Vital, porque en eso nos va la vida. Si reconocemos que la salida a esa encrucijada, no está allá, sino acá, estaremos avanzando para obtener el triunfo que, sin lugar a dudas, hará la gran ansiada diferencia.

¿Quieres disfrutar de una vida verdaderamente abundante y placentera? Reconoce que, no es señalando a otro por lo que te pudo haber hecho o dejado de hacer a ti, sino, enfrentándote con valentía a tu propio yo, y pedir al Señor que te cambie a ti y, no, a los demás. Podrás, entonces, retirarte a descansar cada noche con un cántico de alegría en tu corazón, y en la mañana, verás brillar el sol que te aguarda aunque el resto del mundo y todas las circunstancias continúen en las mismas.

Los que aún están lidiando con tales gigantes, están dando palos a ciegas, negándose a sí mismos/as, la libertad que tanto su alma ansía. Si reconocemos nuestros propios errores, y creemos que en Jesús hay perdón, disfrutaremos del remanso de paz que supone el estar en amistad con Dios. Es de esa manera que haremos del Arca, nuestro refugio, antes de que “el diluvio se desate y se haga, para los que hayan quedado fuera… demasiado tarde.” ¡Cristo está cerca, a las puertas!

ZCR

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