La Mujer Sabia
En el mundo no hay quien ame más a los hijos que su propia madre o aquella que, no prestó su vientre pero, como una bendición del cielo, quedó embarazada en su corazón. Mas, ese amor que tanto se prodiga y de lo que tantas madres se ufanan, en ocasiones, dista bastante de ser el amor que a Dios agrada, ese que edifica y bendice por siempre y siempre hasta la posteridad. Y es que…
…a veces se olvida, o se ignora, o se desconoce que los hijos que Dios pone en nuestras manos, no son nuestra propiedad; le pertenecen a Él; Dios es su dueño… Lo que hagamos de nuestros hijos, de eso tendremos que darle cuenta. O sea, que es una mayordomía lo que nuestro Padre Celestial nos ha conferido, no una posesión.
Según de una oruga, en su proceso natural y normal, surge una hermosa mariposa en su tiempo, así también debe una criatura desarrollarse, creciendo naturalmente en estatura, en gracia y en sabiduría. Y así…
…como las águilas, cuando llegue el momento de salir del nido, podrá volar con seguridad, dirigiendo sus pasos en la firmeza necesaria para que cada decisión que tome le rinda los mejores y más valiosos beneficios.
Si en el proceso de metamorfosis alguien interviene para “ayudar” en su crisis a la crisálida, el resultado será un aborto sin la esperanza de poder resarcir el daño ocasionado a la pobre criatura, y esto… por tratar de amar más que el Creador. En tal condición, la oruga jamás llegará a ser mariposa. ¡Tremenda sentencia!
De la misma manera, una madre que se resiste a soltar a sus hijos impidiendo que se desarrollen en la individualidad y libertad que Dios determinó para cada cual, estará obstruyendo el proceso natural establecido por Dios y haciendo de sus hijos seres inseguros y necesitados de la guianza maternal por siempre.
Tratar de proteger a los hijos más allá de lo que se considera normal, es síntoma de temor y desconfianza en Aquél que los ama mucho más que nosotras. No olvidemos que “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.” 1 Juan 4:18
¡Suéltale, mamá! No traspases los linderos establecidos por el Creador. Encomienda tus hijos a Quien lo sabe hacer mejor. Si confiando en el Señor, siembras la buena semilla mientras estén bajo tu cuidado, los frutos a segarse en su tiempo serán buenos y agradables, desparramando, no tristeza, sino alegría. ¡Sabiduría ante todo! «La mujer sabia edifica su casa…» Proverbios 14:1
ZCR
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