En intimidad con Él
Por lo general, cuando hablamos sobre Jesús, nos aplicamos lo que decimos de manera colectiva, o sea, en común, en unión con los demás… Esto es así porque sabemos que su venida al mundo fue con el propósito de salvar y dar vida en abundancia a toda la humanidad. Mas cuando realizamos que debemos separarnos de la multitud, nos aislamos emocional y espiritualmente y nos unimos al Amado solos para darle nuestra atención y recibir de Él su amor. El efecto de esa comunión es de TAL impacto que entonces sí podemos conocer que Jesús vive y es real. Entonces es que podemos decir: “De oidas te había oido, mas ahora mis ojos te ven.” Y es que…
…es individualmente que podemos establecer una relación íntima y personal con nuestro Dios. Es entre tú y Dios, entre Dios y yo… no cabe más nadie en ese vínculo de amor.
Sarah Young, en su libro, “Jesús vive”, cita, refiriéndose a Jesús: “Yo vine a vivir en tu planeta para poder hacer del indescriptible amor del Padre algo real para ti.” No dice para ustedes, sino, para ti. ¡Qué idea más genial; qué pensamiento tan sublime!
Cuando yo hago mío el sacrificio de amor del Admirable, la unción del Santo me inunda, me embarga su presencia… y es que el amor de Dios y su presencia son inseparables; cuando recibo uno llega lo otro al unísono, literalmente. Es entonces que el gozo, el verdadero deleite se manifiesta de forma única y especial.
Ese don que ha bajado del cielo para morar en ti y en mí es inigualable; no hay comparación que se le asemeje ni un ápice. Nada ni nadie en el mundo podrá jamás ofrecer TAL valioso regalo de amor. Y, ¿sabes qué? Es eso lo que el Padre amante desea para cada una de sus criaturas… que tú te goces con Él y Él contigo; de igual manera yo me gozo con Él y Él conmigo. ¡Abba Padre, cuán grande tu Amor!
“Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.”
Salmos 16:11 RVR1960