
El pobre y el rico
En unas vacaciones vivimos muchas experiencias, unas hermosas, otras más que interesantes, pero de todas ellas me cautivó y emocionó en gran manera la narración de una historia que me hiciera uno de los niños de sólo 6 años. Lo hizo de manera tan dramática que daba gusto escucharlo.
Me narraba la historia de dos hombres: uno tan pobre, que tenía que mendigar para poder subsistir, pero lleno del temor de Dios. El otro, era muy rico, tan rico, que decía que no necesitaba a Dios. Un día el hombre pobre se enfermó y murió y al abrir sus ojos se encontró en un lugar muy hermoso y lleno de paz. Luego murió el hombre rico, y al abrir sus ojos se encontró rodeado de tinieblas y fuego; había decidido pasar la eternidad en un lugar que la Biblia llama infierno, lo cual Dios creó, no para los humanos, sino para Satanás y sus demonios.
Decía Caleb que se sentía feliz y triste a la misma vez, al contar el desenlace de la historia… feliz por el hombre pobre, mas muy triste por el hombre rico. ¡Aprendamos de los niños porque de ellos es el reino de los cielos!
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces del mar y aún no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos. No importa cuánto se viva sino, cómo se vive; si se vive haciendo el bien y se muere joven, se puede haber contribuído más que una persona, que en su vejez, todavía vive preocupada sólo de sí misma.” (Martin L. King)
Miguel de Unamuno decía: Todos los seres humanos sentimos un “ansia de no morir, un hambre de inmortalidad, un anhelo de eternidad.”
Mas todos sabemos que llegará un día en que habremos de partir de este mundo, aunque no todos están preparados para enfrentar el momento crucial. Cómo, cuándo y dónde, nadie lo sabe, mas es completamente cierto que ese día llegará. No temas, sólo créele a Dios. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25)
ZCR