El capullo de rosa
Durante algún tiempo, cada domingo en el templo, una persona me estuvo dando un capullo de rosa para que lo pusiera en la solapa de mi chaqueta. Era un lindo gesto que yo apreciaba pero lo recibía como algo de rutina; nunca le di mayor importancia. Sin embargo, un día, lo que yo consideraba común y corriente pasó a ser algo muy especial.
Al salir, después de concluído el servicio, se me acercó un chico. Caminó directo hacia mí y me dijo: -Señor, ¿qué va a hacer con esa flor? Al principio no sabía a qué se refería, pero, luego me percaté.
-¿Te refieres a ésta? -le pregunté señalando la flor en mi solapa.
-Sí, Señor. Me gustaría tenerla en caso de que usted la vaya a tirar.
Sonreí y le dije que podía llevársela, no sin antes saciar mi curiosidad preguntándole qué haría con ella. El chico, que no tendría más de diez años, me miró y me dijo:
-Señor, se la voy a dar a mi abuela. Mis padres se divorciaron el año pasado. Yo vivía con mi mamá, pero cuando se volvió a casar, quiso que me fuera a vivir con mi papá. Viví un tiempo con él hasta que un día me dijo que ya no podía tenerme; así que me mandó a vivir con mi abuela. Ella es tan buena conmigo; me cuida, me alimenta, me compra ropa y me da mucho amor. Mi abuela es muy especial. Por el amor que me da quisiera regalarle esa hermosa flor.
Al terminar su relato el niño, yo casi no podía hablar. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me sentía conmovido hasta lo más profundo del alma. Me quité la flor de la solapa y con ella en la mano, miré al niño y le dije:
-Hijo, eso es lo más hermoso que he escuchado, pero no debes darle sólo esta flor, porque no sería suficiente. En el púlpito hay un arreglo floral; por favor, tómalo y llévaselo a tu abuela porque ella se lo merece.
Y por si todavía no hubiese estado yo lo suficientemente conmovido, el niño agregó algo que nunca olvidaré: -¡Qué día tan maravilloso! Pedí una flor y recibí un grande y hermoso ramo de flores!
Tomado de: Historias de aliento para el corazón de la familia
Por John R. Ramsey
Comentario: ¡Qué triste saber que esa historia es sólo uno de tantos casos en que, donde más se manifiesta el egocentrismo humano dejando huellas, en ocasiones permanentes, es en el hogar, en la familia! Los hijos no son objetos, son tesoros enviados por el Padre Celestial para bendición; su valor: Incalculable.
ZCR
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