Ceguera Espiritual
Alicia disfrutaba de la paz y el sosiego que le producía el estar alejada de su agitada rutina en la metrópolis. El aire puro que respiraba en las afueras de la ciudad y el compartir cada día con su abuela era para ella más que una terapia; se sentía como movida de la tierra al cielo. ¡Benditas vacaciones…!
Un día, mientras disfrutaba de un bello atardecer, elevó su mirada al firmamento. Meditaba en la obra del Creador y se maravillaba al ver cómo la misma naturaleza nos habla de la existencia de un Ser alto, sublime, soberano y Todopoderoso. Regocijada, citaba el primer verso del Salmo 19: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos.”
Isabelita se acercó a su nieta, y Alicia aprovechó para compartir con ella algo que le estaba inquietando. -¿Cómo puede haber tantos que, ante la majestuosidad de la creación, insisten en negar la realidad y soberanía de un Dios de amor?
-Hay ciegos físicamente y ciegos espirituales, -le responde su abuela. -Los primeros, no escogieron su condición, les llegó por alguna razón; los otros, voluntariamente han decidido vivir en las tinieblas por la autosuficiencia y prepotencia que les caracteriza; se han situado a sí mismos en el centro del universo. Por eso su entendimiento fue entenebrecido por el dios de este siglo para que no les resplandezca la luz de la verdad, ni vean la gloria de Cristo que es la imagen de Dios. (2 Corintios 4:4)
-Es increíble, -continúa Alicia, -¿Cómo el ser humano conociendo sus limitaciones y debilidades se resiste a aceptar que, sobre cualquiera, por fuerte y autosuficiente que se considere, hay Uno más Alto y Todopoderoso?
-La altivez, hija, la soberbia innata en aquellos que se consideran tan importantes que se atreven a competir con el Dios del Universo. Habiendo vivido sus fracasos, sus tropiezos y las consecuencias por causa de sus errores, siguen tratando de abrirse paso con las mismas armas que hasta entonces no le han funcionado. No ven, son ciegos… y tercos.
Se engañan a sí mismos; -seguía diciendo Isabelita, -creyendo ser sabios se hacen necios. Pero cuando menos lo esperen, Dios les sorprenderá y acorralará en su misma astucia. Como dice un refrán popular, “Dios los coja confesados”, que no es otra cosa que: reconozcan que están mal y se arrepientan a tiempo.
-¡Si la humanidad se detuviera a pensar lo corta que es la vida en este mundo! -decía Alicia. -Si comparamos 100 años con la eternidad…
-No hay comparación posible, -respondió su abuela. “La vida ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. Es un soplo, una sombra; los años, por muchos que sean, son como nada delante de Dios. La eternidad es para siempre. «¡Sepa yo cuán frágil soy!”
¿Quién, al mirar el sol, la luna, las estrellas, el hermoso arcoiris en los días de lluvia, las altas montañas y el imponente océano, puede negarse a doblar la cerviz y reconocer su pequeñez, su debilidad y su necesidad de Dios? Sólo los que aman más las tinieblas que la luz, y huyen de la luz para que sus obras no sean descubiertas y reprendidas. Ahí estriba la diferencia entre los ciegos del cuerpo y los ciegos del alma…
-¡Si sólo supieran lo mucho que Dios les ama! -Reflexionaba Alicia. -¡Si sólo conocieran lo que es Jesús para su Paz! Mas ahora está oculto de sus ojos. Lástima me merecen; son dignos de pena y conmiseración.
ZCR
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