Cara a Cara
Un tiempo atrás ocurrió algo muy notable en cierta boda en Inglaterra. Un joven de una posición social muy elevada, a causa de un accidente, se había quedado ciego a los diez años de edad. Mas, a pesar de su ceguera, se había hecho de una carrera universitaria y también ganó el corazón de una joven muy hermosa aunque nunca había podido ver su rostro.
Poco antes de su casamiento se sometió a un tratamiento bajo la dirección de varios especialistas, cuya culminación se dio el mismo día de su boda.
Por fin llegó el día tan deseado. Entre los invitados había ministros del gobierno, generales y hombres y mujeres muy importantes de la sociedad. El novio, con sus ojos aún cubiertos con una venda, se vistió para la boda y marchó hacia la iglesia con su padre. El famoso especialista que lo había estado atendiendo por su condición se encontró con ellos en la iglesia.
La novia, hermosamente ataviada, entró al templo cogida del brazo de su padre quien se vistió con su ropa de gala de almirante de marina. Estaba ella tan emocionada que apenas podía hablar. ¿Vería su prometido al fin su rostro tan admirado por otros y que él sólo conocía por la punta de sus dedos?
Al acercarse la novia al altar, mientras el gentío se movía de una parte a otra, sus ojos se fijaron en unas personas que esperaban ansiosas a que ella llegara. El padre estaba allí con su hijo. Al frente se encontraba el gran oculista en el acto de cortar el último vendaje. El dio un paso hacia adelante con la emoción e incertidumbre de una persona que no puede creer que está despierta. Un rayo de luz procedente de uno de los vitrales le dio en su rostro, pero parecía que no lo veía.
¿Vió algo? Sí. En un instante recobró la firmeza de su semblante y con una dignidad y gozo que jamás había sentido, dio un paso hacia adelante para encontrarse con su prometida. Se miraron cara a cara uno al otro; tal parecía que jamás sus ojos se apartarían del rostro de su amada.
Por fin”, -dijo ella. “Por fin”, -repitió él, inclinando su cabeza. Aquella fue una escena de un gran poder dramático y sin duda alguna, de gran gozo, mas…
…eso es sólo una idea de lo que sucede en el cielo cuando los hijos de Dios se encuentran cara a cara con su amado Salvador, JESÚS, el Príncipe de Paz.
Tomado de: Manantiales en el Desierto