Con el humanismo y su defensa del libre pensamiento, la filosofía, los conocimientos adquiridos en diversas fuentes, la proliferación de falsas doctrinas y tantas otras influencias que pueden afectar la fe de algunos, es necesario que nos apercibamos. Optemos por prepararnos, no para debatir la independencia de criterios a la cual todos tenemos derecho, sino mas bien para asegurarnos de que nosotros mismos estamos firmes en Aquél en quien creemos. Porque nuestra FE no está fundamentada en algo, sino en… “ALGUIEN.”

Cada día podemos ver cómo esa Fe en Jesús que a los creyentes nos sostiene, es ignorada, atacada, menospreciada, sub-estimada, criticada, burlada y ridiculizada por un mundo que se considera autosuficiente y con autoridad a desafiar la verdad. La sola mención de Jesús y la Biblia les produce malestar. Nos corresponde a los que vivimos por ella, defenderla, no con argumentos o discusiones estériles, sino, con un testimonio claro y limpio en toda nuestra manera de vivir; que aquel que advierta nuestras actuaciones tenga que concluir que, nosotros, los creyentes en Jesús, somos diferentes… para bien.

Mi atención en esta ocasión no está en los incrédulos, sino mas bien, en los creyentes… No porque no sienta preocupación por los tales, sino porque los que no creen, pueden conocer la verdad, sólo por medio de los que creen… los que creen de verdad, los que viven lo que predican, los que anuncian las virtudes de Aquél que los sacó de las tinieblas y los trajo a su luz admirable, los que no se avergüenzan de llamarse seguidores de Jesús, los que tienen la certeza y convicción de que SÓLO DIOS TIENE LA SOLUCIÓN para un mundo que se pierde… ¡Es un reto!

ZCR
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