Se Busca un Culpable
La verdad es que a mucha gente no hay quien la entienda. ¡De TODO se quejan! Es increíble… Por todo culpan a los demás, hasta a Dios mismo, cuando las cosas no le salen como quisieran. Si hace sol, si llueve o deja de llover… ¡Tan bendecidos que somos y tan agradecidos que debiéramos ser!
La humanidad está enferma… «Enferma del alma.» Lo peor del caso es que los pacientes no le dan importancia a su enfermedad por lo que no consideran la necesidad de un médico que los sane. Todo lo justifican; cada cual está bien, son los otros los que están mal.
Vemos que la historia se repite: Desde Adán, quien culpó, no solamente a Eva por su desliz, sino a Dios mismo por haberle dado la mujer que le dio; y Eva, a su vez, le echó la culpa a la serpiente por haberla engañado. Y ahí no se quedó la cosa… los que vinieron después de ellos, arrastraron con la maldición, por lo que, entonces, le echamos la culpa a Adán por meternos en este revolú que nosotros “no nos buscamos.” Pero, como Dios es justo, todos fueron sentenciados.
Y entonces ¿de quién nos quejamos y a quién culpamos? “La insensatez del hombre tuerce su camino y luego contra Dios se irrita su corazón.” (Proverbios 19:3) O sea, que la queja es contra Dios mismo, pero el desquite es con el prójimo a quien se culpa por las desgracias propias.
¡El Dios de amor solucionó la problemática más seria del ser humano… sustituyendo al Adán terrenal por el Adán Celestial! ¡Majestuoso! ¡Y todavía se quejan! No hay razón para queja alguna sino para el arrepentimiento!
Si todos reconocieran su enfermedad espiritual, dándole a ésta más importancia que a las dolencias físicas y a la escasez material, otro sería el cantar. En vez de quejas y culpas, y enjuiciamientos sin razón, usarían su boca para alabar y exaltar al que vino a sacarnos de la confusión y ponernos sobre la Roca firme, JESUCRISTO, el Admirable Príncipe de Paz. Y es que…
Quienes permanecen en tinieblas hablan lo que llevan guardado, pues, «De la abundancia del corazón es que habla la boca.«
- Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
- Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
- Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:3, 8-9
ZCR
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