Protección Divina
El misionero David Brainerd sintió que debía llevar el Evangelio a una tribu de indios salvajes que habitaban en bosques casi impenetrables. Los amigos del misionero le dijeron que si iba al lugar jamás volvería con vida. A pesar de las advertencias decidió ir. Llevó una pequeña tienda de campaña para dormir en las noches.
Después de muchos días de viaje se acercó al campamento principal de la tribu, y se detuvo para orar a Dios y pedir que lo protegiera de los indios a los cuales quería llevar el Evangelio de salvación.
Brainerd pensaba que sólo Dios lo estaba mirando, pero los indios cazadores ya le habían visto y se apresuraron a ir al poblado para informar al jefe de la tribu que un hombre blanco estaba en los predios de su campamento. Enseguida se celebró un consejo y acordaron que el hombre blanco debía ser muerto.
Acto seguido un grupo fue al lugar donde se encontraba el misionero y aguardaron a corta distancia con acecho esperando el momento en que el hombre blanco saliera. Pero como Brainerd continuaba orando por largo tiempo, los indios perdieron la paciencia, se acercaron a la misma tienda y mirando de soslayo le vieron de rodillas creyendo haberle oído hablar con alguien.
En aquel momento vieron cómo una gran serpiente cascabel metía lentamente su cabeza por debajo de la tienda del misionero y se erguía para atacarle, preparada para dar con los colmillos en su cerviz. De repente vieron cómo la serpiente se iba retirando como si obedeciera una consigna divina, y desistiendo de su mortal atentado, se escurrió por el lado opuesto al que había entrado a la tienda.
Los indios se quedaron pasmados, no podían creer lo que habían visto. Se retiraron para unirse a sus compañeros y contarles lo que habían visto. Mientras tanto, Brainerd estaba tan entregado a la oración que no se dio cuenta de la visita de la serpiente ni de los indios que habían ido a matarle. Parecía como si estuviese oyendo a Dios decirle: “Yo estoy contigo.”
Se levantó de la oración y tomó el camino hacia el pueblo llevando su Biblia en la mano. Para sorpresa suya todo el pueblo salió a su encuentro para saludarle. Le recibieron con el mayor respeto y convencidos de que en vez de mostrarse hostiles con el hombre a quien Dios había guardado del veneno de la serpiente cascabel, debían hacer la paz con él. Escucharon su predicación y muchos se mostraron dispuestos a reconciliarse con Dios aceptando la salvación por medio de Jesucristo.
Autor Desconocido