Son las rosas de las flores que más se admiran y cuyo precio no es tomado en cuenta cuando de agradar a alguien se trata. Su aroma, belleza y delicada apariencia le derrite el corazón a cualquiera.

Sin embargo, cuando una de sus afiladas espinas se encrusta en la piel, hasta ahí llega la admiración por la flor. Su hermosura pasa a un segundo plano, tomando el control el disgusto y el malestar por causa de su aguijón. Ya no se exalta la belleza de la rosa, sino que entonces… se ensañan con su espina. Con todo y eso la rosa sigue siendo rosa y tan bella y aromática, aunque parte de su naturaleza sea… las peligrosas y hasta graciosas espinas.

Y es que, en este mundo plagado de sorpresas, todo tiene una cara y una cruz, un lado bueno y otro no tan bueno, virtudes y defectos… y nada ni nadie está exento, ni siquiera las bellas y delicadas rosas.

Si mantuviéramos la mirada en el esplendor de la rosa, aunque una de sus espinas retara nuestra paciencia, el dolor por causa de su hincada, sería más llevadero. Escribió alguien una de sus sabias inspiraciones:

«No maldigas a la rosa por sus espinas… Bendice pues a las espinas por la rosa.»

¡Cuánta sabiduría reparte Dios a los que la piden y cuánta falta nos hace para poder vivir una vida más pacífica y placentera! Si hiciéramos una lista de virtudes y otra de defectos de todo aquel que comparte nuestro entorno, estoy segura que la primera aventajará por mucho a la postrera en… “anchura, longitud, profundidad y altura.” Así es el Amor…

¿Por qué ofuscarnos con el lado negativo cuando el positivo es nuestro aliado para permanecer en el bienestar, en la bonanza y en la paz? Antes de señalar las faltas a otro, pongamos en balanza la otra cara de la moneda, haciendo una introspección honesta para llevar a la cruz aquello que, en nosotros mismos, sabemos que a Dios no le agrada, y entonces…

Podremos mirar y tolerar con amor y compasión a los que no piensan como nosotros y a quienes, como la rosa, nos entierran sus espinas.

ZCR
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