¡Felicidades!

¡Felicidades!

Felicidades, ¿Por qué? -¡Te preguntarás! No es Navidad, ni ha comenzado el Nuevo Año; no celebras tu cumpleaños, ni tu aniversario de bodas; hoy no te has convertido en papá o mamá, tampoco has ingresado al club de los abuelos; no has sido ascendido/a en el empleo, ni has comenzado tus vacaciones; no has obtenido diploma por obtener grado alguno, tampoco has recibido una herencia, ni has comenzado tu retiro con $3 millones que aseguren tu bienestar económico; ni siquiera has cambiado de residencia…

Recibí un correo electrónico el cual encierra un mensaje de lo más original y que cumple a cabalidad el propósito para el cual fue diseñado. Su título: FELICIDADES. Me gustó mucho porque, al igual que yo, es “anti-tradición”, o sea, que cualquier día es bueno para regalar, felicitar, hacer reconocimientos, celebrar, etc., sin que sea una ocasión que la tradición haya marcado como especial, pues, creo que cada día lo es.

¿Cuántas bendiciones, bondades y cuántos beneficios y privilegios hemos recibido durante toda nuestra existencia? Cada día ha debido ser una celebración, pues estoy segura, de que, aún en medio de las dificultades que hayamos tenido que enfrentar, las bendiciones han sobrepasado en número, por lo que somos realmente dichosos/as y bienaventurados/as. Entonces, recibimos con mucho agrado, las felicitaciones, las cuales devolvemos en agradecimiento al Dador de toda buena dádiva… el Dios del Cielo y Tierra: nuestro Creador, Proveedor, Protector, Sanador, Consolador, Guiador, Instructor, y sobre todo eso… nuestro Salvador y Padre Celestial.

Doy gracias a mi Dios porque me ha hecho feliz… y al decir: Felicidades a alguien, estoy compartiendo la felicidad que de Él he recibido.

Pude haber pospuesto la elaboración de este pensamiento para el mes de noviembre, mes en que el mundo dedica un (1) día para dar gracias a Dios. Pero… como creo firmemente que debo hacerlo cada día, deseo exhortarte a que tú también lo hagas, cosa de que tú también comiences a disfrutar del bienestar que resulta del ser agradecido/a. “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios…” 1Tesalonicenses 5:18

Un arcoiris en el firmamento nos embeleza e impresiona a tal grado que, en ocasiones, nos provoca a derramar lágrimas de emoción ante tan sublime escenario. Al concentrar nuestra atención en admirar la hermosa naturaleza que encontramos a nuestro paso, obra del más sabio Arquitecto, no podemos menos que agradecer a Dios su gran amor para con cada uno de sus hijos y de sus hijas por todo lo que creó para que nos gocemos en ello.

Dije: “hijos e hijas”… Cuando solamente se existe, falta la sensibilidad para disfrutar de aquello que se considera normal, ordinario, natural, habitual, común y corriente. Pero, cuando llegamos a ser hijos e hijas del Dios de amor, comenzamos a disfrutar de todo lo que, antes, pasaba por nuestra vida sin pena ni gloria, completamente desapercibido, pero que ahora cautiva todo nuestro ser, porque lo que para otros es común, para los hijos/as de Dios es… Especial.

Agradezco a mi Padre Celestial el haberme hecho su hija, y coheredera juntamente con Cristo.

Recibe mis FELICITACIONES… por: la vida, la salud, tu familia, tus hijos e hijas, si los tienes, por tu matrimonio, si eres casado/a, el empleo del que disfrutas, el techo que te cobija, los talentos y habilidades, la sabiduría e inteligencia, la fortaleza y consuelo en los momentos de necesidad, tener a Alguien en quien puedes confiar, y lo más valioso, la salvación de tu alma… y todo, por gracia, sin que hayas pagado en forma alguna, para merecerlo. Ah… y por pensar en aquellos que aún no han podido reconocer las muchas bendiciones que sobre ellos han sido derramadas y las que aún están por recibir.

Comienza a ver la bondad y el amor de Dios en todo y en todos… en lo grande y lo pequeño, lo importante y lo insignificante, lo fácil y lo difícil, lo agradable y lo que pudiera parecer desagradable… haciendo de tu entorno el más llevadero, placentero y deleitable, tanto para ti como para aquellos que te rodean, y viendo cada día como el más hermoso y digno de recordarte lo agraciado o agraciada que eres.

Cada día al levantarte, y cada noche al acostarte, dite a ti mismo/a: “FELICIDADES… por tanta bendición que, sin merecer, he recibido. No me falta nada; porque tengo a Cristo, lo tengo TODO.”

ZCR
www.eladmirable.net

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