Encuentro
No es mi intención dar a conocer mi persona, sino que se conozca a Aquel que me sacó de las tinieblas y me trajo a su luz admirable… JESUCRISTO el Señor, mi Salvador, mi Protector, mi Defensor y mi Amigo Fiel. ¡A Él sólo damos toda Gloria, Honra y Alabanza! Sólo Él la merece pues, a Él pertenece…
En un proceso natural y sutil he incursionado al mundo de la cibernética tomada de la mano del Espíritu Santo de Dios, mi Maestro y responsable de este atrevimiento de mi parte. Se me ha abierto puerta grande y me dispuse a entrar por ella. El que me llamó me ha respaldado porque hay un propósito: La gran comisión – «Ir por todo el mundo y llevar el Evangelio a toda criatura» (Mr.16:15) y ¿Qué mejor medio que éste?
Si el enemigo de las almas se ha infiltrado en la «Internet» para cauterizar la mente y el corazón de algunos, nosotros, los creyentes en Jesucristo estamos para hacer nuestra parte: Presentar a JESUS para que muchos sean libertados. Nadie tendrá excusa en aquel día. Inundemos este medio con la Verdad del Evangelio y combatamos todo engaño y falsedad, pues para eso hemos sido llamados.
Mi encuentro con JESÚS:
Hace algunos años que conozco a JESÚS y desde entonces es mi Amigo inseparable. He vivido experiencias hermosas en la vida pero ninguna se compara a ese encuentro personal que tuve con mi amado Salvador, la experiencia de la salvación, la cual todos debemos de tener si queremos ver a Dios cuando partamos de este mundo y pasar junto a El la eternidad.
Nadie me convenció para que dejara de creer en los ídolos y en la religión tradicional en la cual había crecido. Había en mi corazón un vacío inmenso lo cual nada ni nadie podía llenar… ni familia, ni preparación académica, ni actividades sociales, ni nada que el mundo me pudiera ofrecer. Comencé junto a mi esposo y nuestros hijos a asistir con más frecuencia a la Iglesia tradicional que solíamos visitar, mas cada día se hacía mayor mi necesidad de Dios, y ahora entiendo por qué; ninguna religión puede saciar el hambre espiritual. Sólo Cristo sacia, sólo Cristo llena, sólo Cristo satisface el espíritu del ser humano puesto que fuimos creados a imagen y semejanza suya para que vivamos en comunión con El.
Una mañana en mi hogar, la más hermosa de todas, compartía con mi esposo este sentimiento… le decía entre otras cosas, que anhelaba ver aunque fuera una pequeña luz que alumbrara mi camino. Mi esposo fue el instrumento, que sin conocer la verdad, me hizo ver que mi problema solamente Dios lo podía resolver. Me dijo lo siguiente: «Esa luz de la que tú hablas sólo te la puede dar ése que está ahí»; en su ignorancia me señaló una imagen supuestamente de JESÚS que había en nuestra habitación; y siguió diciendo: «Dios es el único que te puede ayudar».
Se hizo la luz en mi vida; la ceguera espiritual que había en mí, como la hay en todo aquel que vive sin Cristo en su corazón, se desvaneció. Es la fe en JESÚS lo único que puede alumbrar nuestro ser interior. «Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en Mí no permanezca en tinieblas.» Jn.12:46. Yo pensaba que creía, pero … no es creer con el intelecto, es creer de corazón. No es la Religión la que alumbra el corazón, sino JESÚS el Único que nos acerca a Dios para comenzar con El… una Relación.
Se marchó mi esposo a su trabajo y ahí quedé yo viviendo la experiencia más maravillosa que jamás había tenido. Inmediatamente mi mirada, mi mente y mi corazón se elevaron al cielo, al verdadero Dios, buscando el rostro del Señor. En ese momento recibí Su perdón y Su amor. Mi corazón estaba tan dispuesto y mi espíritu tan sensible al toque divino que en el momento, en un instante, sin saber lo que me estaba aconteciendo, salí de las tinieblas a la luz admirable; mi corazón se alumbró. Tuve la experiencia del nuevo nacimiento deleitándome en el gozo inefable de la salvación.
Inmediatamente, sin comprender lo que significaba aquella experiencia, comencé a anunciar las virtudes de Aquel que me salvó, el que me sacó de las tinieblas y me trajo a su luz admirable. Compartía con todos lo que me había acontecido, no un pensamiento, ni un sueño, ni algo que alguien me contara… sino una experiencia real y personal de vida. Desde entonces, no puedo callar, es imposible no dar a otros lo que sabemos con certeza, que es eso lo que todos necesitan.
Inmediatamente, el Espíritu Santo empezó a moverse en nuestros medios, revelando también a Jesús a mi familia y tantas otras personas que Dios ha puesto en el camino… Para la gloria de Su santo y bendito Nombre.
Cada experiencia es única, diferente, pero todos, absolutamente todos, tenemos que vivir la experiencia de la salvación, la experiencia del nuevo nacimiento. «El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.» Juan 3:3. ¿Piensas que eres bueno(a) y que no tienes que cambiar? Estás errado(a)… no hay ni uno bueno; necesitas un corazón nuevo para que puedas ver el rostro de Dios.
Habrá quien se cuestione, ¿cómo es posible que habiendo sido bautizada en la Iglesia tradicional y habiendo estudiado por 12 años en dos escuelas religiosas haya podido dejar la religión? -Les diré que cambié la religión por una persona: Cristo, el señalado entre 10,000. El Deseado de todas las naciones, el más hermoso de todos los hombres, el que sació mi sed espiritual y me sigue llenando con Su presencia de día en día. No fue una decisión razonada, fue una conversión y transformación inesperada… llevándose a cabo en lo más profundo de mi ser: mi espíritu.
Jamás por mi mente pasó que esa experiencia cortaría la historia de mi vida en dos: Mi vagar «a capella» sin Cristo y mi andar muy bien acompañada con Cristo. «Las cosas viejas pasaron, he aquí que TODAS son hechas nuevas.» 2 Corintios 5:17
Encontrarme con Jesús ha sido la experiencia más maravillosa de toda mi existencia. Lo único que siento es no haberlo conocido antes.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» Mateo 5:6
ZCR
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