El nacer de nuevo es una metamorfosis espiritual que divide nuestra  historia en antes y después, marcando el fin de un ayer que pasó y el comienzo de una vida nueva; estableciendo los linderos del antes y el ahora, el pasado de confusión y un presente lleno de paz y esperanza. Mas…

…como criatura recién nacida, lo normal es que, de ahí en adelante continúe el desarrollo de un cambio literal y permanente en la vida de aquel o aquella que reconoce que ahora su mundo es otro, no de circunstancias, sino, espiritual, con corazón puro y limpio, lleno de la Palabra de Dios.

«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida.» Proverbios 4:23

Es en el corazón que se guardan cosas que laceran la vida espiritual, física y emocional, aquello que al abrir la boca en momentos de tensión, sale a relucir. Porque… «De la abundancia del corazón habla la boca.» (Lucas 6:45) La justificación de Adán se hace patente buscando culpar a todo y todos los que pueda con tal de salir ileso o ilesa ante el gigante que le persigue. Y… ese gigante tiene nombre: CARÁCTER de la vieja naturaleza que se resiste a morir.

Es a través del carácter que se manifiesta la condición del corazón; es la actitud asumida ante las circunstancias lo que hace que aflore la bondad o la maldad, la honestidad o la hipocresía, el amor o el odio, el perdón o la amargura, la ira o la paz, el Espíritu de Cristo o el espíritu de Adán, etc.

Cuando las relaciones interpersonales gozan de bonanza, todo el mundo es santo, mas cuando se dan diferencias que tocan el ego, es otro el cantar. Es entonces que despierta el gigante hasta entonces dormido; es cuando la naturaleza adámica se luce haciendo de las suyas; y cual Adán, se echa mano de cuanta excusa para justificar lo injustificable.

¡Es vital entender y creer que sólo la sangre del Cordero justifica, cuando tiramos las armas y levantamos nuestras manos en rendición total, reconociendo que el Señor no vino a buscar a los justos, sino, a los pecadores, no a los soberbios, sino a los humildes!

Por eso… Pidámosle a Dios que nos enseñe y ayude a desviar nuestra atención de las cosas y los casos, de las situaciones y las personas, y mantengamos nuestra mirada en JESÚS, el autor y consumador de la FE.

Dios toma muy en serio a todo aquel que voluntariamente acepta a Jesucristo como su Señor, por lo que, inmediatamente, comienza el Alfarero su obra para darnos la forma que ha de honrarle. Y… ¡Cómo comienza el gigante a dar zarpazos a diestra y a siniestra! Mas, aunque la llama del horno calentado siete veces acalora
y duele, al final de cada sesión hay un brillo celestial cual diamante terminado de pulir, que nada ni nadie podrá jamás opacar por más que lo intenten. Por tanto…

…si ahora eres una criatura nueva, nacida, no de la carne, sino del Espíritu, debes vivir por FE agradadando a Quien te sacó de las tinieblas y te trajo a su luz admirable. Imposible para una mariposa retornar a su antiguo estado de oruga, ¿verdad? Pues asimismo es imposible para el creyente nacido de nuevo volver a su antigua vida de incredulidad.

Démosle gracias a Dios por tomarnos en cuenta, y ésto, aunque no lo entendamos, pues llegará el día que todo lo veremos más claro que el agua. «Lo que no entiendes ahora, lo comprenderás después.» (Juan 13:7)

¡A Jesucristo, el Rey de la Gloria, debemos la Victoria! ¡Sea su nombre honrado, exaltado y alabado por siempre y siempre!

ZCR
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