¿Aún hay Esperanza?

¿Aún hay Esperanza?

Un locutor de Chicago lleva su micrófono a la estación central de ferrocarriles y pregunta a diferentes personas su opinión sobre temas de importancia. La pregunta de cierta semana fue: ¿Quién o qué cree usted que es la esperanza que le queda aún a este mundo?» Recibió las siguientes respuestas…

Un soldado del estado: -«No sé; no tengo ni la menor idea.»
Un contable: «Un buen presidente.»
Un ingeniero: «Un renacer de la espiritualidad.»
Un vendedor ambulante: «Hacer lo que es debido.»
Un médico y otras personas: «La paz.» (La mayoría de los que contestaron así no tenían la seguridad de que fuera posible conseguirla.)
Una enfermera jubilada: «Esa es una pregunta demasiado difícil para mí.»
Un estudiante de derecho: «Un buen gobierno.»
Otro estudiante de derecho: «Educar a la gente.»
Un operador de computadoras: «Necesitamos a Dios. El hizo al mundo y El lo mantendrá en marcha.»
La de un empleado de ferrocarriles fue, sin duda, la más exacta y decidida: «La esperanza del mundo es que las personas se hagan todos hermanos, creyendo en el Señor Jesucristo.»

El apóstol Pablo se refirió a esa esperanza como el misterio revelado a los gentiles: «Cristo en ustedes, la esperanza de gloria.» (Colosenses 1:27) Y es que es Cristo y sólo Cristo la solución a un mundo en crisis, a una sociedad maltrecha, a hogares disfuncionales, a familias desorientadas, a personas confundidas cuyo fundamento de vida, para una gran mayoría, es la religión vana con sus huecas sutilezas según las tradiciones de los hombres.

Cristo es la piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios es escogida y preciosa. (1 Pedro 2:4) Esa es la salida; en eso estriba la esperanza… «Porque en Cristo Jesús no son las buenas obras lo que cuenta; sino una nueva creación.»

No habrá paz, no habrá sosiego, no habrá victoria alguna hasta que cada cual, personal e individualmente reconozca a Jesucristo como su Salvador. «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.» Eso dijo Jesús cuando comenzó a predicar. (Mateo 4:17) «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos; Los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados; Los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.» (Mateo 5)

¡Levantemos en alto el nombre que es sobre todo nombre; exaltemos al Salvador del mundo, Jesucristo el Rey, Dios y Señor! El que bajó del cielo para que tú subieras; quien se hizo pobre para que tú te enriquecieras; quien murió para que tú vivieras… ¡No hay quien lo iguale; no hay otro como El!

«En El tenemos un Amor que nadie puede cuestionar; una vida que jamás morirá… una paz más allá de toda comprensión… un descanso que nada ni nadie puede perturbar… un gozo que ninguna adversidad mengüará… una esperanza que jamás será defraudada… una gloria que las tinieblas más densas jamás podrán empañar… una luz que nada ni nadie puede opacar… una fortaleza que nunca será debilitada… una pureza que no se puede manchar… una belleza que jamás se marchitará… una sabiduría imposible de ser confundida… recursos que jamás se agotarán… una amistad con Dios el Padre que nadie puede tronchar… una vida junto a El por toda la eternidad.»

“El Dios de esperanza les llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Romanos 15:13)

No busquéis otros recursos,
porque no hay más solución
que la que Dios ha provisto.
Sólo en el nombre de Cristo
se encuentra la salvación.

Verso del poema: No hay otro Nombre
(Daniel Nuño)

ZCR
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