Relación con el Padre
¿Cómo influye, en tu relación con Dios, la relación que hayas tenido con tu padre terrenal?
Dependiendo de cuáles hayan sido tus experiencias con tu padre y el concepto que de él tengas, así podría ser la idea que te hayas formado con relación a Dios, el Padre Celestial. ¿Consideras a Dios distante, duro e injusto? ¿Le responsabilizas por tus desgracias dudando de su amor para contigo? O, ¿se te hace fácil acercarte a Él con confianza para recibir todo su amor? ¿Realmente crees en el Dios de amor en quien dices que confías?
He escuchado testimonios de personas que, habiendo aceptado a Jesús como su amante Salvador, se les ha hecho bien difícil establecer con Dios una relación paterno-filial; no pueden acercarse a Él y considerarle su Padre Celestial. ¿Por qué? No han sido liberados de los sentimientos negativos que han llevado en su corazón por causa de su padre terrenal, por lo que no pueden concebir a Dios como el Padre Celestial que está para amarles, protegerles, guiarles, defenderles, enseñarles, disciplinarles, atenderles, y ¡cuántas cosas más!
En mi caso personal, perdí a mi padre cuando solamente contaba con 6 años de edad. Su presencia en mi hogar no había sido permanente por causa de los constantes viajes, pues, pertenecía al ejército, pero el tiempo que pasó junto a nosotros fue suficiente para hacer que yo creciera con un recuerdo hermoso con relación a mi progenitor. Sus atributos y virtudes, a pesar de mi corta edad, resaltaban ante mí, por lo que se hicieron determinantes en mi formación. Fueron para mí tan visibles, que me marcaron positivamente para siempre, siendo esto un estandarte que me sostuvo en las diferentes circunstancias, que a lo largo del camino, han sido parte de mi vida.
Puede que esto me haya ayudado a siempre pensar en Dios como un Padre lleno de amor. Antes de conocerle, ya lo consideraba mi Padre Celestial. Él vino a ocupar el lugar que dejó en mi vida mi padre terrenal, aunque yo no lo entendía. «Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo el Señor te recogerá» (Salmo 27:10) Cuando le conocí a través de Jesucristo, se estableció entre Él y yo una relación hermosa y única y he podido disfrutar con confianza de todo el amor y bendiciones que de día en día de Él recibo.
Nunca olvidaré una experiencia en que, sin conocerle, me libró de un accidente de tránsito estando yo embarazada de mi hija menor. Al entrar a una carretera principal, me topé de improviso con una congestión vehicular, razón por la cual los automóviles estaban detenidos. Al encontrarme con tal panorama sin esperarlo, mi auto iba a impactar al que estaba al frente, por lo que, sin poder hacer nada para evitarlo, clamé y dije: «Padre amado». Inmediatamente sentí cómo una fuerza tomó el volante y desvió el auto hacia el carril de la derecha, acomodándolo milagrosamente, como solo Él podía hacerlo. Yo no hice absolutamente nada, solamente refugiarme en Él y, luego, agradecerle el haber librado nuestras vidas de algo horrible. Lo hizo nuestro Padre Celestial, quien cuida de nosotros siempre. Él siempre está presto para atenderme, asi como lo está para atenderte a ti, no importando cual sea la opinión que puedas tener de Él por causa de las marcas que haya dejado en ti tu padre.
La verdad es que nuestro Padre Celestial jamás se podrá comparar al mejor padre que haya pasado por esta tierra. Su amor y bondad sobrepasan demasiado lo que puedas haber recibido de tu padre terrenal. Y si, por el contrario, tu padre dista mucho de que puedas compararlo con otros, por el amargo sabor que haya podido dejar en ti, ésto no debe influenciar en nada el concepto que puedas tener de un Dios que te ama como nadie y que está para darte lo que tu padre te negó, o para mostrarte que todo lo que tu padre te dio es sólo sombra de lo que El tiene para ofrecerte.
La verdad es que no hay Dios como nuestro Dios y no hay padre como nuestro Padre Celestial. «Mas a todos los que recibieron a Jesús, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1:12-13)
«Dame hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos»
Proverbios 23:26
ZCR
www.elAdmirable.net